martes, 27 de enero de 2015

Coloca así tus manos para volverlas mágicas.


Por Alejandro Jodorowsky:
Esa tarde, antes de enseñarme una nueva posición de manos para volverlas mágicas, Doña Magdalena me dijo: “Esto que te voy a enseñar puede parecerte muy simple, pero como todas las cosas sagradas es igual a la tinta de un pulpo… El animal lanza su tinta y el océano cambia: lo han inseminado. La mancha misteriosa, a través de los años, los siglos, se va expandiendo hasta abarcar toda el agua. Ahora y para siempre el océano es tinta de pulpo… ¿Comprendes? El pulpo ya no tiene razón de ser, cumplió su misión, desaparece… La otra vez intentaste fotografiarme, te lo prohibí. Hoy sé que estás grabando mi voz en ese aparatito… No quiero que nada personal quede de mí en este mundo. Mi persona no interesa. Lo que te enseño, que es para todos, eso es lo que interesa. Olvida mi cara, escribe lo que te voy a decir y luego quema esas cintas, que mi voz se borre también. No soy persona, soy la tinta del pulpo.”
Ahora junta tus dos manos a la altura de tu pecho, como si rezaras. Pero no pienses que rezas ni que saludas ni que agradeces. Concéntrate en el Dios-Diosa de tus entrañas, y siente que tus manos están juntas. Ahora imagina que tienes miel en los oídos y escucha:
Hay que trabajar con el concepto de Dios-Diosa, si no se hace, no se progresa. Cuando se es un templo, es porque Dios-Diosa lo habita, cuando se es una casa, se la consagra a Dios-Diosa, cuando se limpia el cuerpo, se le limpia para recibir a Dios-Diosa. Hace falta que a tus manos vengan las entidades angélicas y Dios-Diosa. Es esa el agua que llega a la perfección, es el agua bendita, Dios-Diosa bebe en ese agua bendita, porque ese agua es Dios-Diosa el mismo , por lo tanto, puede beber de sí mismo, de eso que tú le das, que corresponde a la naturaleza divina. Es un agua del que no tienes que avergonzarte, no debes tener vergüenza de la divinidad. Es una ofrenda, y la ofrenda debe ser digna de la divinidad. Cuando regalas una flor, no llevas una flor cualquiera, sino que aportas la mejor flor que encuentras, das lo mejor de ti. Esto es digno de la divinidad interior, no importa si tienes la fe o si no crees, lo importante es estar concentrado, el pensar que lo que tú das es digno de un Dios. Para que el agua sea digna de Dios-Diosa, hace falta que aquello la produzca. La sangre que tú tienes en tus manos es la sangre de Cristo.


Como nuestra vida, nuestra sociedad, no es perfecta, aquello que debería estar unido está desunido, tenemos la desunión en nuestra vida; hemos sentido la desunión del padre y de la madre, incluso si han vivido juntos no han estado unidos, ha habido desunión entre los hermanos, desunión entre el sexo y el cuerpo, entre el cuerpo y el alma. Hemos vivido la desunión, la desunión sentimental, la desunión de lugar, las desuniones que llegan del exterior, la que nos producen y que nos desunen interiormente. Por eso no se pueden juntar bien las dos manos, porque hay desunión interior entre la izquierda y la derecha.
Esta posición de manos es muy simple, es el primer templo que une el cuerpo, el corazón, el sexo y la mente, y después se une la quinta esencia. Se pone la palma junto a la otra palma, el índice junto al otro índice, y así los otros dedos, el semejante junto al semejante, y entonces las palmas. Aprétales. Siente que apresas la oscuridad, la oscuridad, más aún, más profundo, negro, negro, tinta, nada, y en el centro la unión, se llega al Dios-Diosa, a la adoración.
Es un gesto de adoración, pero no se puede llegar a la adoración si no se tiene la unión completa de su derecha y su izquierda, las dos manos caen en total unión, es la unión de todo lo que esta desunido en nosotros, nuestra hembra y nuestro macho, nuestra mente se une con el corazón, con el sexo, con el cuerpo. Es la sinceridad perfecta, vida interior y al mismo tiempo, promesa de la adoración. Cuando se habla de adoración se va a percibir esa unión, y hay que estrecharla bien porque es una cosa preciosa. Solamente uniéndose en uno mismo se puede recibir al otro, si no se está unido en sí mismo no se puede uno unir al otro.
Es la unión del cuerpo y del espíritu, porque no tenemos un cuerpo y un espíritu, sino una unión de los dos. Es la unión de este mundo y del otro mundo, porque hay otro mundo, un mundo invisible que es todo lo que no se ve pero que existe. Es la unión del mundo antes de la vida y después de la vida, se vive en los dos mundos al mismo tiempo. Se une lo que se conoce y lo que no se conoce (porque Dios-Diosa no se puede conocer), se une lo humano y lo divino, es la unión completa de todo lo que se es y lo que no se conoce. Se está unido, se crea la unidad en sí.
Hay una acción que se enriquece, porque la mente, el sexo, lo emocional y el cuerpo se enriquecen, todo se enriquece. Con la aceptación viene la riqueza, con la riqueza viene la alegría, el corazón late entre las manos y no se puede matar esa unión, solamente se puede destruir lo que esta separado, lo que esta unido es indestructible. Las manifestaciones separadas se pueden destruir porque son débiles, pero cuando se tiene la unidad en sí no te pueden destruir, tienes una defensa completa, que no es una defensa sino una unidad perfecta.

Aprieta bien las palmas unas con otras para expresar el deseo de unión, de contemplación interior. Pero ¿que significa y porque se dice adoración? Porque se comienza a comprender que la unión que hay no es superior, que hay un estado superior; cuando hay una unión se comprende que hay un nivel superior, por lo tanto se le adora y se acepta este nivel superior del ser, que es el nivel de la colaboración, de la contemplación interior, de la unión perfecta. En él tienes todas las posibilidades, nada en ti lucha contra nada, es una colaboración completa: tu mente, tu emocional, tu sexo, tu cuerpo, van a colaborar en tu salud, no van a estropearla; tu emocional no va a estropear tu salud ni tu vida económica; tu búsqueda económica no va a estropear tu vida emocional; tu mente no va a dañar tu cuerpo; tu cuerpo va a aprender las ordenes de tu mente; el mundo invisible no va a molestar el mundo visible y viceversa, el espíritu no va a molestar a la materia, la materia no va a molestar al espíritu. Es una aceptación perfecta y desde que se llega a la unidad, esta unidad es aceptada por la divinidad.
Hay que hacer la unidad y en ese momento, es la unidad con la divinidad. Se puede adorar, y cuando se descubre el secreto de esta posición te puedes dirigir al dios interior del otro, porque puedes ver al otro en su unidad, puedes ver la unidad del otro. Es lo que enseña la unidad, y a partir de ese momento nunca te vas a dirigir al otro pensando solo en su cabeza, o en su carácter o en su emocionalidad o pensando solo en su cuerpo, en su sexualidad, en ese momento puedes adorar al otro en su totalidad y en su divinidad.
Es importante, es crucial esta posición de manos, hay que cerrar bien las manos con fervor. Ahora inclina tus manos juntas hacia delante, hacia los otros. Porque vas hacia la humanidad ante todo, y vas hacia la elaboración de la unidad.
Por esa posición, haces contigo mismo un contrato de unidad, ya no habrá ningún aspecto de ti que vayas a desdeñar, no te pones a pensar nada más que en lo que reclama tu atención, el intelecto, yo lo pienso, el emocional, yo lo pienso, mi cuerpo yo lo tomo en cuenta, mi realización la tomo en cuenta. Trabaja sin conflictos contigo mismo en la realización de tu unidad y la realización de tu unidad es la adoración de la unidad, el reconocimiento de la unidad del mundo y de los otros seres sociales. Dejas de luchar contra ti mismo en cualquier nivel, dejas de estar en conflicto contra ti mismo, tu espíritu no se revuelve contra tu cuerpo, tu cuerpo no se revuelve contra tu espíritu, aceptas tu cuerpo, aceptas tu espíritu. No quieres ser otro, el otro no es la solución, la solución es tu unidad. Tu te recreas en tu unidad, porque cuando no tienes la unidad estás fragmentado, estás mutilado.

Un dedo y el otro están en una posición de colaboración, todo colabora, una mano colabora con la otra, un dedo con el otro; ahí se entra en esa frase del evangelio: “Ayúdate tú mismo y Dios te ayudará”. Hay adoración de la unidad del otro, es decir, tú reconoces el valor del otro, hay revelación, eso te revela tu valor, tú vas a reconocerte y tú vas a reconocer al otro, tú en tu unidad, él en su unidad, se trata de igualdad a igualdad en las relaciones, de relaciones en la perfección. Es la adoración del otro, porque si se hace bien, se experimenta un gran placer con el otro, en ese momento no tienes nada que pedir al otro, ni tienes nada que destruir, es la relación humana en su más alta perfección. La perfección de las dos dimensiones, por que hay lo alto y lo bajo, detrás y delante, la izquierda y la derecha, el centro y la superficie, y la luz y  la sombra.  
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