miércoles, 9 de marzo de 2016

LA SANACIÓN DESDE LA CONCIENCIA.


Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador debe enseñarle, no sólo desde sus palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde su acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo.
El sanador no es un personaje medio esotérico, ratón de biblioteca, meditador, trasnochador y ayunador, que se separa de su familia y se va a un convento. ‘Él habita en las calles, él habita en el concierto de la vida, es banquero, padre, madre, amigo, celebra con vino, come como todo el mundo. Sanar no es el arte de ser vegetariano y separarse de los demás. No es aprender a sentarse en posición de loto para ver como los otros se sientan en condiciones normales y sentirse superior.
No es el arte de repetir mantrams y mantrams hasta la autohipnosis. Es el arte humano de comprometerse con la vida, de implicarse con la vida. Sanar es lanzarse a la corriente de la gente común y corriente. No da poder, el único poder que da la sanación es el poder de servir. Si tu poder es el poder de servir, si ese es tu único poder ya estas de lleno en esa corriente de buena voluntad, en esa corriente que une a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo.
En ese momento, tu conciencia no es individual, es transpersonal, es colectiva. Tu inteligencia no es tu pequeña inteligencia, sino esa inteligencia cósmica. Tu amor no es ese pequeño quanto de amor que puedes emitir desde tu corazón, sino que es esa llama de amor viva que está formada por todos aquellos que realmente ponen el amor en movimiento; es decir, por todos aquellos que sirven.
Para sanar tenemos que utilizar la mente, esto no es una cuestión de “dementes “, hay que utilizar la mente, estrenar el cerebro.
No bastan las manos temblorosas, no basta el amor, no basta invocar la fuerza y la energía de un dios transcendental; porque, realmente, la sanación espiritual ocurre muy pocas veces. No basta la fe, es necesario ir más allá de la fe, es necesario que el amor tenga un cauce, una dirección, un objetivo, que se pueda canalizar.
Es necesario tener un conocimiento concreto, saber dirigir la energía, a dónde la vamos a dirigir y cómo la vamos a dirigir. La sanación no es un asunto de poner las manos e inundar al paciente de energía, porque también se puede ahogar con esa energía. Se le podría dar un exceso de energía y complicarle más la vida. Sanar es el arte de dirigir la energía, primero, con amor y segundo, con ciencia. No basta la buena voluntad, no basta la buena fe, es necesario el conocimiento. Para obtener ese conocimiento nos tenemos que hacer la pregunta correcta, esa es la clave. Y para hacernos la pregunta correcta tenemos que aprender a escuchar.
Escuchar es resonar, escuchar es auscultar, auscultar el mundo es entrar en contacto con su integridad. No ver una parte, sino tratar de escuchar, de reconocer la totalidad.
Es tener una visión total, una visión con perspectiva, saber que la gente no es la gente, ni un pedazo de carne. La gente es ella y sus circunstancias. Sus circunstancias son sus relaciones, sus creencias, su cultura, su historia, su familia, sus antepasados. Todos estos pueden ser factores de riesgo o también factores a favor para construir la salud o para que aparezca la enfermedad. Así que, todo eso lo que vamos a tener en cuenta, la pregunta correcta.
Una vez, un hombre pasó por una verja donde había un jardín bellísimo. Como la puerta estaba entreabierta, él entró. Miraba maravillado las flores y de pronto vio a un jardinero y a un perro.
Como no se puede hablar con un perro ¡claro!, le habló al jardinero, y le preguntó: ¿Tu perro muerde? Y le dijo, no. Y entonces este hombre se aventuró más adentro por el jardín, pero, de pronto, el perro se le abalanzó y literalmente le arrancó un pedazo de oreja, le dejó destrozada la nariz. El hombre hecho un guiñapo humano, con su bello traje destrozado, fue furibundo y reclamó al jardinero: ¿No me dijiste que tu perro no mordía? Y él lo miró con ternura y dijo: Si, yo te dije que mi perro no mordía, lo que pasa es que este no es mi perro.
Es bien importante la pregunta que nos formulamos porque algunos en la vida ven lo que parece ser, hay otros que ven sólo lo que quieren ver y hay otros que ven la realidad. Trabajar con amor y ciencia es encontrar el rayo de amor-sabiduría, que es el del aprendiz, también es el del maestro y también el del sanador. Es esa radiación la que nos permite ver la realidad. Por tanto, la realidad solo es visible cuando unimos nuestra cabeza y nuestro corazón, cuando unimos los ojos de los sentidos con los ojos de la razón, y al unirlos descubrimos el ojo de la visión interior. En la sanación aprendemos a ver las cosas de otra manera, a ver la cualidad detrás de las apariencias. Todas las cosas son un símbolo de otras cosas. Los síntomas no son la enfermedad, los síntomas nos hablan en su lenguaje de que hay algo detrás y eso que hay detrás es la fricción que se da entre el alma y el cuerpo. A esa fricción la llamamos enfermedad. Por esa razón el sanador no ve la enfermedad como una catástrofe, la enfermedad también es una oportunidad para aprender, una oportunidad para ser, y por eso, frecuentemente, la enfermedad es una de las claves mayores de la salud. En ocasiones no recuperamos la salud total, que es también la salud del alma, hasta que nos diagnostican un cáncer.
A veces, no sabemos lo que somos hasta que nos vemos abocados a la muerte. A veces no reconocemos la importancia de nuestro hijo, nuestra mamá o nuestra mujer hasta que estamos a punto de perderlos o de perder nuestra vida. De pronto ocurre un accidente pavoroso y empezamos a ir despiertos por la vida. Antes de ese accidente íbamos profundamente dormidos. De pronto tenemos sida o artritis, una enfermedad dolorosa o una enfermedad terminal, y a partir de esa enfermedad empezamos un sendero de retorno, un sendero interior y empezamos a reconocernos adentro y a dar un sentido a la vida, y “perdemos” la salud afuera, pero recuperamos el sentido adentro.
Las personas van donde los sanadores y donde los curanderos, o donde los homeópatas, y osteópatas o los psicólogos transpersonales, no porque no crean en la medicina convencional, no. Eso no es cierto, ellos creen en la medicina convencional y frecuentemente creen en su médico y confían en su médico. Pero van donde los otros en busca de sentido, porque ellos no necesitan sólo que les quiten el dolor, necesitan sobre todo que su dolor tenga un sentido. Necesitan vivir una vida llena de significado.
Sanar es restaurar el mundo de los significados. Como todo sanador es un educador debe enseñarle, no sólo desde sus palabras, sino desde su actitud, desde su silencio, desde su acompañamiento, al paciente, a ver el mundo de otro modo. Es decir, ver el mundo desde otra perspectiva. Cambiar la posición del observador. Dejar de observar el mundo con los ojos de la carne y ver el mundo más allá de los sentidos, verlo desde la razón, pero más allá de la razón, verlo desde la intuición y más allá de la intuición, verlo desde el Alma.
¿Cómo seriamos si pudiéramos ver el mundo desde lo que somos realmente? ¿Como seriamos nosotros si súbitamente cambiáramos de identidad y dejáramos de identificarnos con lo que no somos y asumiéramos nuestra verdadera identidad, la del ser real, el Alma que somos nosotros? ¿Cómo sería el mundo si viéramos nuestra historia como si la pudiéramos mirar un poco desde arriba y viéramos los caminos de la vida, el pasado y el futuro unidos? Si de pronto lo pudiéramos integrar todo y darle sentido a nuestra historia, conectar con ella, con el porvenir y con el presente, sabiendo que el presente es el Alma y en ese presente del Alma, en ese presente intenso, podríamos llenar la vida de conciencia y llenar la vida de sentido. Probablemente, nuestra vida cambiara y aprenderíamos a ser; aprender, qué es lo que el Alma vino a hacer.
LA SANACIÓN, curación desde la conciencia.
Jorge Carvajal

Fuente: Barcelona Alternativa



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