jueves, 16 de junio de 2016

EVITE A TODA COSTA SER PRESO DE LA ENVIDIA.


LA GESTIÓN DE LA ENVIDIA

Es conocida la historia de un genio todopoderoso que se le apareció a un individuo y le dijo: — Pídeme lo que quieras, pero ten en cuenta que de lo que me solicites le daré a tu vecino el doble. El individuo, tras una pausa, contestó: — Que me quede tuerto.
Sí, hablamos de la envidia, un tema typical spanish que como escribe el artista Pedro Ruiz en su libro “RuiZcionario” (Ediciones B, 2006) es:
  1. Pasión cobarde que cuanto más se tiene, más se oculta.
  2. Reconocimiento del propio fracaso.
  3. Cáncer de la alegría. Comadrona de la maldad.
  4. Palabra que empieza por la letra E, como España.

APUNTAMOS ALGUNAS IDEAS RESPECTO A ESTA CUESTIÓN

La envidia está incrustada en la naturaleza humana
Viene de fábrica y la experimentan todas las personas, la diferencia es que unos saben domesticarla mejor que otros; unos se dejan llevar por ella y otros son capaces de ponerla riendas para que no se desboque. Quien dice que nunca siente (o ha sentido) envidia, miente. Esquilo aseguraba: “Pocos hombres tienen la fuerza de carácter suficiente para alegrarse del éxito de un amigo sin sentir cierta envidia”. Celebrar los éxitos de los demás sólo es propio de personalidades muy maduras y equilibradas. Es conocida la historia de dos amigos que se encuentran y le dice uno al otro: “¡Hombre Juan! ¡Qué alegría verte! Creía que estabas muerto porque todo el mundo habla bien de ti”.
La envidia surge porque nos comparamos
No nos gusta tener o ser más, sino tener o ser más que los demás. Nada es mucho ni poco sino en relación a algo. Por ello, cualquier referencia es insuficiente si al otro le van mejor las cosas (y siempre hay alguien a quien le va mejor). El gran error, por tanto, es mirar demasiado hacia “fuera” y poco hacia “dentro”. Disfrute con lo que hace, evite mirar a los lados y no sentirá envidia. El viejo Morrie Schwartz, en la obra “Martes con mi viejo profesor” (Maeva, 1996) de Mitch Albom, lo expresa magistralmente: “Haz las cosas que te salen del corazón. Cuando las hagas no estarás insatisfecho, no tendrás envidia y no desearás cosas de otra persona. Por lo contrario, lo que recibirás a cambio te abrumará”.
Quien destaca levanta envidias, es inevitable. “Ladran, luego cabalgamos”, le decía Don Quijote a su escudero Sancho Panza. Si Vd. vuela alto siempre habrá alguien que le intente cortar las alas. No se preocupe, las críticas malintencionadas son el mejor síntoma de que uno está por el buen camino y avanza con paso firme. Al que no alcanza metas no se le dedica ni un minuto de atención.
El mayor alimento de la envidia es la mediocridad
La envidia no es más que el recurso de los menos capaces; individuos que ante la imposibilidad de alcanzar los objetivos que les gustarían, intentan que otros tampoco se alcen con ellos porque eso supondría dejar al descubierto sus carencias. Para ello no tienen reparos en maldecir las ilusiones y las conquistas de terceros con la finalidad de que desistan y así poder saciar sus propias insatisfacciones personales.
La envidia no sólo hace acto de presencia por “acción” sino también por “omisión”
Hay comportamientos que requieren ser alabados y aplaudidos, y no hacerlo, es igualmente una demostración de envidia. Pablo Picasso aseveraba: “Quien se guarda un elogio se queda con algo ajeno”. Cuando alguien se alce con algún mérito y el resto permanezca en silencio, probablemente la envidia está presente. Con gran acierto Khalil Gibran aseguraba: “El silencio del envidioso está lleno de ruidos”.
Lo de “envidia sana” es un cuento
De sana, nada. Esta expresión es el mecanismo de defensa que utilizamos los humanos para esconder nuestros auténticos sentimientos, ya que como decía Plutarco, “entre los desórdenes del alma, la envidia es el único inconfesable”. Por eso, el ser humano busca excusas para no quedar en evidencia y al nombre de la “envidia” se le añade el apellido de “sana”.
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