sábado, 19 de noviembre de 2016

ALCOHOL Y CEREBRO EN ADOLESCENTES.


Los atracones de alcohol en la adolescencia también dañan el cerebro de los futuros hijos
Los futuros descendientes también podrían heredar las alteraciones cerebrales causadas por el ‘binge drinking’ en la adolescencia de sus padres
Cada vez hay más estudios que ponen en duda que el consumo moderado de alcohol, como podría ser un vaso diario de vino tinto, resulte beneficioso para la salud. Pero sobre lo que no hay ninguna duda es que el alcohol es muy perjudicial para los niños y adolescentes, cuyos cerebros se encuentran aún en fase de desarrollo. Mucho más aún cuando las cantidades de alcohol ingeridas son excesivas. De hecho, ya se sabe que los adolescentes que practican el consumo de alcohol en atracones –lo que los anglosajones denominan ‘binge drinking’– pueden sufrir alteraciones cerebrales que dificultarán su adaptación las cambiantes situaciones de la vida adulta. Sin embargo, y según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina Stritch de la Universidad Loyola Chicago (EU), parece que este daño no se limita al cerebro de los adolescentes y acaba transmitiéndose a los de los futuros hijos.
Como explica Toni R. Pak, director de esta investigación presentada en el marco de la Reunión Anual 2016 de la Sociedad Americana de Neurociencia (SfN) que se está celebrando en San Diego (EU), “el consumo de alcohol en atracones no solo es peligroso para el cerebro en desarrollo de los adolescentes, sino que también puede impactar en el cerebro de sus futuros hijos”.
a no ‘on’, sino ‘off’
Para llevar a cabo el estudio, los autores emplearon un modelo animal –ratas– al que sometieron a episodios repetidos de ‘binge drinking’. Concretamente, las ratas, tanto hembras como machos y aún en su etapa ‘adolescente’ de desarrollo, bebieron alcohol en unas cantidades equiparables a seis episodios de consumo de alcohol en atracones. Y una vez recuperaron y mantuvieron un estado de sobriedad, fueron emparejadas para reproducirse. Es más; ninguna de las ratas gestantes volvió a probar el alcohol para así evitar cualquier posible efecto del síndrome fetal alcohólico sobre sus descendientes.
Finalmente, los autores analizaron los genes presentes en el hipotálamo –esto es, la región cerebral implicada en, entre otras funciones, la reproducción, la respuesta al estrés, los ciclos de sueño-vigilia y el consumo de alimentos– de los descendientes. Y lo que observaron es que, comparados frente al de los nacidos de animales no expuestos al alcohol, el ADN de los miembros de la camada engendrados por las ratas que consumieron alcohol en atracones presentaba cambios moleculares –la consabida ‘metilación’, esto es, la adición de uno o varios grupos metilo a una molécula, en este caso la cadena de ADN– que podían alterar los ‘interruptores’ de los genes cerebrales.
Y estos ‘interruptores’, ¿para qué sirven? Pues simplemente, para activar –‘on’– o desactivar –‘off’– la expresión de proteínas por las células. Un aspecto que resulta crucial dado que, en último término, estas proteínas controlarán el organismo y dictarán nuestro comportamiento. Y en este contexto, tal y como muestran los resultados, muchos de los genes que deberían estar activados se encontraban en posición ‘off’ –y viceversa– en los descendientes del estudio como consecuencia del abuso de alcohol por sus progenitores.
Es más; el número de alteraciones moleculares en el ADN fue mayor en caso que ambos progenitores fueran ‘bebedores’: una media de 93 metilaciones en el ADN en caso de que bebiera solo el padre, de 159 en caso de que el abuso del alcohol fuera llevado a cabo solo por la madre, y de 244 en caso de que tanto la madre como el padre hubieran practicado el ‘binge drinking’.
Demasiados ‘atracones’
En definitiva, este es el primer estudio en que se ha observado una vía molecular por la que el consumo de alcohol en atracones en la adolescencia puede dañar la salud neurológica de las siguientes generaciones. Un aspecto muy importante dado que, cuando menos en Estados Unidos, el 90 por ciento de los menores de 21 años –la edad legal para beber en ese país– que consumen alcohol lo hacen en forma de atracones.
Sin embargo, y dado que el estudio fue llevado a cabo con ratas, ¿puede asegurarse que sucede lo mismo en el caso de los humanos? Pues como concluye Toni Pak, “si bien es cierto que los hallazgos logrados con un modelo animal no tienen que extrapolarse necesariamente a los humanos, hay unas similitudes muy significativas entre este modelo animal y los humanos, caso de su metabolismo del alcohol, las funciones del hipotálamo y el patrón de binge drinking”.
Fuente: abc.es
http://factordiferencial.ning.com/

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