sábado, 29 de abril de 2017

Desidia y laboriosidad. Por David Topí.


El concepto oriental del Wu-wei (en chino “No Acción“), describe un importante aspecto de la filosofía taoísta y política, en el cual la forma más adecuada de gobernar es no actuar (forzar las cosas), haciendo énfasis en que no es lo mismo no actuar que no hacer nada. Wu-wei también significa “sin esfuerzo”, y “crecimiento”, ya que, por ejemplo, las plantas crecen por wu-wei, no hacen esfuerzos para crecer, simplemente lo hacen.

En este aspecto, el wu-wei es la forma que mejor nos ayuda a comprender que hay “cosas” que se pueden llevar a cabo y manifestar sin que medie acción humana forzada de por medio, ya que, la no acción, no como reposo o pasividad, sino como el dejar fluir los procesos energéticos que produce cambios por su propia naturaleza, es el punto intermedio, balanceado y equilibrado, entre los conceptos que tocamos hoy de desidia y de laboriosidad.

Dos extremos desequilibrados

Como es fácil deducir, cada uno de estos conceptos se encuentra en uno de los dos extremos del péndulo, y ninguno de los dos en exceso es adecuado. Empezando por la desidia, el hecho de no querer hacer nada, y sentir rechazo por todo, tiene una base psicológica en la saturación mental de algún tipo de patrón, programa o formas energéticas acumuladas, que, por “demasía”, provocan un rechazo y una apatía hacia lo que se tiene por delante y previsto de ejecutar. La desidia nos empuja a procrastinar y dejar todo para otro momento, a veces con sensación de hartazgo, y sobretodo a no ver con claridad el porqué de la misma, induciéndonos a llevar a cabo cualquier otra acción que incluye el “vegetar” como modo de vida, el apalancamiento físico, mental, emocional, etc.

En el otro extremo, la laboriosidad, que en nuestro mundo es considerada como algo positivo y una cualidad deseable y preciada, va unida a la necesidad de hacer, crear, manifestar, facturar, poner en marcha, etc., y lleva de nuevo en sus extremos a la adicción al trabajo o a estar siempre haciendo algo, y no poder parar. La laboriosidad, como tal, estará alineada mientras siga los ciclos de las octavas y sus ritmos a la hora de manifestar las cosas, ejecutando y trabajando según esos ritmos bajo lo que todo fluye. Si uno se pasa de laborioso, se desajusta respecto a las corrientes energéticas que subyacen, y son el sustrato para aquello que debe ser trabajado, y se convierte entonces en un proceso que se intenta llevar a cabo desajustado de la octava que lo rige, terminando por no fluir con ella e ir desfasado con los acontecimientos que necesitan producirse a un ritmo determinado para que se manifiesten los cambios, terminando por querer ir más rápido que estos, en nuestro afán por “hacer” más, cuando no toca o no se puede.

Aprendiendo a escuchar el ritmo adecuado de la acción

Así que, ¿en qué nivel uno puede encontrar el equilibrio entre la desidia y sus pocas ganas asociadas, y el estrés o la ansiedad de querer hacer en exceso? La respuesta está en la escucha interna que nos permite a cada uno acelerar o frenar, parar por completo ante la sensación de saturación, o acelerar con energía ante la oportunidad de acompañar con nuestras acciones a los ritmos y flujos de lo que esté aconteciendo. No es adecuado ir más rápido que la corriente del río que nos lleva, y tampoco es adecuado tratar de frenarnos a su empuje, sino aprender a sentir cuando hay que aflojar y dejarse ir para vivir en wu-wei, o cuando aprovechar impulsos internos y momentos álgidos para darle caña y potenciar algo.

A este respecto, en la conferencia sobre los biorritmos del ser humano ya habéis visto cómo además podemos aprovechar y guiarnos por ellos para comprender cuando es más fácil que aparezca la sensación de desidia, y cuando es más fácil que sintamos ganas de trabajar, monitorizando nuestras gráficas personales de altos y bajos, que rigen nuestros ciclos según los diferentes aspectos de la vida del ser humano.

Yo’s y sub-personalidades de desidia y laboriosidad

Luego, entrando ya en los aspectos más detallados de la estructura de la personalidad, en la superficie de la esfera de consciencia, posiblemente todos tengamos uno o varios “yos”, o sub-personalidades, relacionadas o creadas bajo el programa o formas energéticas de desidia, que, cuando son activadas y toman el control de la personalidad, nos provocan directamente las ganas de irnos al sofá o rechazar toda idea de ejecutar cualquier cosa. Estos “yos”, ya sabéis, se activan por estímulos externos principalmente recibidos a través del centro emocional inferior, de forma que, sin saber porqué, caemos en ese estado de desidia solo por el hecho de oír una conversación, ver una noticia, escuchar algo en la radio, leer lo que sea en un periódico o ver algún anuncio. Esta desidia debe ser trabajada, pues ha sido relativamente impuesta y activada, esté acorde con los biorritmos de la persona, con los ciclos y octavas en los que se haya metida, con su estado energético actual o no.

El estado contrario, la excesiva laboriosidad también tiene sus propios Yos asociados, que, en este caso, pueden ser activados por las mismas cosas que antes, incluyendo además energías de estrés, de cumplir con obligaciones, de sentir que no hacemos bastante, de infravaloración, de vernos obligados a trabajar más, etc. Y esto tampoco se basa en un estado natural de fluir con las octavas y energías adecuadas, sino que vienen de una imposición externa para mantenernos como pilas de un sistema productivo, a nivel mundial, que es en el que se basa la economía y funcionamiento financiero de la sociedad, ya que, de lo contrario, el sistema colapsaría, porque se detendría la maquinaria que lo mueve (nosotros), a nivel energético y a nivel físico, bloqueando su motor principal que no es otra que el ciclo de producir y consumir, producir y consumir. De esta manera, a través de la laboriosidad y el concepto de trabajo, se hace todo lo posible para que el motor de la economía y de la sociedad de consumo no se detenga nunca, algo que sería un desastre, o al menos así es percibido como tal, para los poderes que rigen esta misma sociedad, que se quedarían sin uno de los pilares principales de control bajo los que existe y se rige a la raza humana.

Aprender a fluir

En conclusión, no es adecuado dejarse llevar hacia ninguno de los dos extremos, sino tratar de fluir con los ritmos que en algunos momentos aconsejan desacelerar o parar, y en algunos momentos aconsejan o permiten correr más o poner más energía y esfuerzo para completar las cosas. Otro tema que habrá que tocar en otro momento es que la laboriosidad no equivale a la eficacia, pues se puede derrochar mucha energía y esfuerzo, tiempo y recursos, estando muy ocupados, pero siendo muy poco eficaces y óptimos en lo que hacemos, pero como digo, eso es algo que quizás toquemos en otro momento.

Una flor, durante la floración, está en wu-wei, no hace nada, simplemente es una flor, y florece. Si la flor tuviera una mente similar a la nuestra comenzaría a preocuparse y preguntarse: ¿de que color serán mis nuevas hojas? ¿podría acelerar mi proceso con un poco de fertilizante? ¿qué puedo hacer para crecer más rápido? Y sus programas mentales entonces empezarían a generar patrones tipo: ¿dónde venden el fertilizante? ¿cuánto cuesta? ¿qué dosis debería emplear? ¿seré mayor que la flor de al lado?
Todos nosotros podemos aprender a fluir, es simplemente cuestión de saber escuchar los ritmos que marcan y dirigen todo lo que hacemos y no dejarnos arrastrar por ninguno de los dos extremos del péndulo.

un abrazo,
David Topí

http://davidtopi.com

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