miércoles, 10 de mayo de 2017

Reconoce tus emociones y aprende a expresarlas.


Las emociones que experimentamos guardan profundos mensajes sobre nosotros. Aprender a descifrarlos nos permitirá conocernos y conectar con nuestra esencia interior.

Pensamientos y emociones

Te levantas y un mar de dudas te envuelve. Ya no sabes si la mejor opción es dar el paso y aventurarte o por el contrario, permanecer donde estás. Tus pensamientos navegan de un extremo a otro mientras comienzas a sentir esa sensación de ahogo… Tienes que decidirte. ¡Ojalá no tuvieras que hacerlo! No soportas esta situación ¿Qué me ocurre? -te preguntas. Si al menos pudiera identificar qué estoy sintiendo…
En determinados momentos de nuestra vida puede que nos sintamos perdidos y bloqueados como si nos encontrásemos en el corazón de un laberinto ante el cual tenemos que buscar la salida descifrando un enigma: qué sentimos y cuál es su significado.

Las emociones serán las guías de nuestro camino pero para ello habrá que aprender a conocerlas y en buena medida, expresarlas para liberarnos. Nosotros somos los creadores de nuestra trampa y resolverla nos revelará el camino hacia el bienestar y el autoconocimiento.
Una emoción, un mensaje
Las emociones dan color e intensidad a nuestros días. Dependiendo de cual experimentemos las tonalidades serán cálidas y coloreadas o por el contrario, frías y grisáceas, diferenciando así entre emociones positivas y negativas. Y aunque nuestra preferencia y deseo sea sentirnos bien no podemos olvidarnos de que la vida tiene sus sorpresas, obstáculos e inconvenientes ante los que emergerán emociones negativas, guardianas de un profundo mensaje sobre nosotros que tenemos que aprender a interpretar si queremos conocernos. Por lo que las emociones negativas no son un problema, solo se convierten en ello cuando obviamos la información que conllevan y permanecemos en la superficie de lo que sentimos.
Cada emoción es una señal, una luz que se enciende para indicarnos algo sobre nosotros. El miedo, la culpa, la tristeza, la envidia, los celos o la ira no son la principal fuente de malestar, ellas ejercen como señales que nos indican que tenemos ciertas necesidades a las que prestar atención. Son las pistas que indican la salida de nuestro laberinto. El verdadero sufrimiento surge de la incomprensión de lo que sentimos y la ignorancia de su mensaje. Por lo tanto, el primer paso es aprender a identificarlas.
¿Qué sientes?
Ser conscientes de nuestras emociones es fundamental para nuestro bienestar, de alguna manera ellas determinan la relación con nosotros mismos y con el mundo pero solemos descuidarlas, no estamos acostumbrados a prestarnos atención.
Las emociones aunque no se palpen ni sean visibles se sienten en lo más profundo de nuestro interior ejerciendo una gran influencia en nuestro día a día. Si nos sentimos tristes todo se inundará de tristeza, si nos enfadamos nos volveremos más susceptibles con nuestro entorno y si el miedo nos invade tenderemos a la huida o a paralizarnos. Por eso hay que saber cómo nos encontramos.
Para identificar a nuestras emociones es muy importante chequearnos varias veces a lo largo de nuestro día, no lleva mucho tiempo y sin embargo, tiene un poderoso efecto porque concentramos la atención en nosotros y podemos saber cómo estamos, ya que durante la mayor parte de nuestra vida nuestro foco de atención se encuentra dirigido hacia el exterior.
Podemos preguntarnos ¿qué estoy sintiendo? ¿qué sensaciones físicas estoy experimentando? ¿cómo me afecta? De este modo relacionaremos cada emoción con su expresión física y cada vez que comencemos a experimentarlas sabremos qué nos ocurre. La cuestión es ir entrenando para que en un futuro esta práctica se automatice.

Una vez detectada nuestra emoción es conveniente hacer una poderosa pregunta constructiva que nos revelará mucho más de lo que creemos si la ejercitamos con el tiempo y respondemos con total sinceridad ¿Para qué? ¿Para qué me sirve este miedo? ¿para qué me sirve esta rabia que experimento? ¿para qué surgen estos celos? Su respuesta nos revelará nuestra necesidad escondida si la ejercConocer qué sentimos es muy útil, sobre todo si aprendemos a interpretar todo lo que conlleva. Pero si no lo expresamos y lo reprimimos no nos liberaremos del malestar que provocan las emociones negativas, generando una carga emocional difícil de soportar que repercutirá en nuestras relaciones con los demás y en nuestro cuerpo.itamos desde el respeto y la contestamos desde lo más profundo de nuCuando negamos nuestras emociones, negamos el derecho a conocernos. Puede que nos dé miedo, que nos cueste expresar lo que nos sucede a nivel emocional o incluso puede que tengamos resistencia a atravesar el dolor, pero si no lo hacemos viviremos anestesiados y no podremos sanar nuestras heridas.estro ser.
Con el para qué descubriremos que el miedo nos avisa de que ante la amenaza que percibimos creemos no tener los recursos necesarios para afrontarla, que los celos en realidad indican una inseguridad con nosotros mismos y el temor al abandono o que el enfado es la energía que generamos para resolver el problema que nos molesta. Por lo que olvidémonos de los porqués que solo nos justifican, nos distancian de nuestro sentir y evitan que nos responsabilicemos y practiquemos el para qué.
Libera tu emociones
Conocer qué sentimos es muy útil, sobre todo si aprendemos a interpretar todo lo que conlleva. Pero si no lo expresamos y lo reprimimos no nos liberaremos del malestar que provocan las emociones negativas, generando una carga emocional difícil de soportar que repercutirá en nuestras relaciones con los demás y en nuestro cuerpo.
Expresar nuestras emociones, darles un nombre y una identidad nos libera. Si compartimos con una persona de confianza cómo nos sentimos podremos desahogarnos y aliviar la sensación de bloqueo o presión que soportábamos. Si preferimos estar solos podemos dar salida a nuestras emociones a través del ejercicio de la creatividad bailando, escribiendo o pintando lo que sentimos. Lo importante es reconocer y ventilar nuestras emociones para no volvemos presos de ellas y superarlas.
Por último, no olvides que el mundo que nos rodea es un claro reflejo de cómo nos sentimos. Observa a tu alrededor para reconocer y gestionar tus emociones.
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