miércoles, 18 de octubre de 2017

Las 3 diferencias entre ansiedad y angustia que debes conocer.


La ansiedad y la angustia son dos conceptos psicológicos que se han popularizado y que muchas personas utilizan indistintamente, como sinónimos. Sin embargo, existen sutiles diferencias entre ansiedad y angustia que pueden ayudarnos a gestionar mejor nuestros estados emocionales y buscar soluciones más eficaces.

¿Por qué se confunden los términos ansiedad y angustia?

Sigmund Freud fue el primero en introducir el concepto de angustia en la Psicología. En aquel momento usó el término alemán “angst” para indicar un estado de ánimo con afecto negativo que no tiene un objeto específico pero genera una activación fisiológica.

El término “angst” fue traducido al inglés como “anxiety”, aunque también existe la palabra “anguish”, si bien se utiliza mucho menos. Sin embargo, en español adquirió un doble significado: ansiedad y angustia. Esa es la razón por la que en el lenguaje popular se utilizan indistintamente, para describir un estado de inquietud, intranquilidad y desasosiego ante una sensación de peligro difusa que genera un miedo exagerado y desadaptativo en la vida cotidiana.

El miedo: La emoción adaptativa que se encuentra en la base de la ansiedad y la angustia

El miedo es un recurso adaptativo que nos protege ante un peligro potencial. Es una herramienta natural que nos alerta de que podemos estar en riesgo y necesitamos protegernos. De hecho, este mecanismo se activa automáticamente ante lo que se conoce como “situaciones E” (escape, estrés o emergencia). 

Básicamente, lo que ocurre es que el cerebro emocional reconoce señales que indican que podemos estar en peligro y desata una respuesta casi instantánea que nos empuja a reaccionar. En ese momento se liberan neurotransmisores como la adrenalina, dopamina y norepinefrina, que nos permiten actuar de manera más eficaz ante la situación peligrosa. 

Estos neurotransmisores son los responsables de que los músculos se tensen preparándose para la reacción, el ritmo cardíaco se acelere y la respiración sea más entrecortada, entre otros muchos cambios que ocurren a nivel fisiológico. 

Más adelante, las señales que el cerebro emocional reconoció como peligrosas pasan al cerebro racional, donde se analiza si realmente representan un riesgo o si se trata de una falsa alarma y podemos relajarnos.

Como se puede apreciar, el miedo es una respuesta adaptativa que resulta muy ventajosa y tiene un importantísimo valor funcional. El problema ocurre cuando esa respuesta se desata ante situaciones que no representan un auténtico peligro o cuando se produce un secuestro emocional, de manera que el cerebro racional no puede “desconectar” la respuesta de miedo.

En esos casos el miedo suele generar angustia y ansiedad. 

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una respuesta de anticipación a un peligro futuro imprevisible. Se experimenta como una sensación vaga y desagradable que refleja cierta aprensión y un miedo de carácter difuso.

De hecho, el miedo es una reacción ante un peligro más concreto mientras que la ansiedad es una respuesta ante la anticipación del peligro. Esa es la razón por la que normalmente conocemos la causa del miedo pero nos resulta difícil especificar la causa de la ansiedad.

La ansiedad se manifiesta como un estado de expectación negativa ante algo que puede ocurrir. A menudo la persona tiene la sensación de que algo malo está a punto de pasar, pero no puede explicar exactamente de qué se trata.

Puede estar causada por varias situaciones, como por ejemplo: cuando tenemos demasiada información que no somos capaces de procesar, cuando experimentamos incertidumbre porque no tenemos suficiente información, cuando nos sentimos impotentes ante algo o cuando tenemos dificultades para aceptar determinadas situaciones como la muerte de un ser querido.

Ese estado de expectación y miedo constante puede dar lugar a diferentes trastornos de ansiedad, desde la ansiedad generalizada hasta los distintos tipos de fobias.

¿Qué es la angustia?

La angustia se caracteriza por una sensación intensa de incomodidad emocional, que normalmente es el resultado de un estado de inquietud extrema, una profunda sensación de indefensión e impotencia frente a un peligro que parece inminente pero que también tiene un carácter vago y difuso. 

Generalmente es un sentimiento relacionado con situaciones de desesperación, donde la persona percibe que ha perdido la capacidad para actuar libremente y no tiene el control de lo que está sucediendo.

La angustia se suele vivir como una sensación física de constricción y opresión; es decir, la persona la vivencia como un sufrimiento físico generalizado.

Al predominar síntomas fisiológicos, como la sudoración, respiración entrecortada, aceleración del ritmo cardíaco, tensión muscular e incluso temblores, la reacción del organismo suele ser de paralización y sobrecogimiento, mientras se atenúa la nitidez con la que la persona percibe lo que está ocurriendo. 

De hecho, en algunos casos la angustia se puede entender como un instinto básico de protección que hace que la persona se bloquee para ponerse a salvo del peligro.

La angustia puede ser adaptativa o no, en dependencia de su intensidad y la respuesta de la persona. La angustia normal no representa un problema pero la angustia patológica es una reacción desproporcionada ante la situación que se está viviendo, siendo más primaria e intensa. En el pasado ese tipo de angustia se calificaba como "estereotipada y anacrónica" ya que revive continuamente el pasado, o "fantasmagórica" ya que imagina un peligro probablemente inexistente.

Cuando la angustia adquiere un carácter patológico genera trastornos como las crisis de ansiedad, también conocidos como ataques de pánico o crisis de angustia. Se trata de episodios de corta duración en los que la persona experimenta un miedo intenso y se bloquea. Por eso en el ámbito de la Psicología Clínica, la angustia se comprende como un subtipo de los trastornos de ansiedad o como un síntoma de estos.

¿Cuáles son las diferencias entre ansiedad y angustia?

1. La angustia normalmente tiene un efecto eminentemente paralizante mientras que la ansiedad activa reacciones motoras de sobresalto que impulsan a la persona a buscar soluciones para enfrentar la amenaza. La persona angustiada suele bloquearse y no puede hacer más de una tarea a la vez, mientras que la persona ansiosa siente una activación interior que la lleva a involucrarse en varias tareas, para canalizar esa energía.

2. En la angustia existe un predominio de los síntomas físicos, que se viven de manera particularmente intensa, mientras que en la ansiedad predominan los síntomas psicológicos, como la preocupación por el futuro y la sensación de aprensión.

3. La angustia suele hacer que la persona perciba con menos nitidez lo que está ocurriendo, en un intento por protegerse de una situación con la que no es capaz de lidiar mientras que la ansiedad normalmente aguza los sentidos y los fenómenos se perciben con mayor claridad. 
  
Fuentes:
APA (2014) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Sierra, J. C.; Ortega, V. & Zubeidat, I. (2003) Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar. Revista malestar e subjetividade; 3(1).
Ayuso, J. L. (1988) Trastornos de angustia. Barcelona: Ediciones Martínez Roca.
Kielholz, P. (1987) Angustia: Aspectos psíquicos y somáticos. Madrid: Ediciones Morata.


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