miércoles, 20 de diciembre de 2017

IMPRESCINDIBLE: DARSE CUENTA. Por Francisco de Sales.


En mi opinión, “darse cuenta” es el primero y necesario de los pasos para comenzar este Camino que ya hemos emprendido.
La negación, o la auto-ocultación, o el desprecio y la minusvaloración de los hechos o las situaciones, o incluso de nuestra realidad, han podido ser nuestro modo de actuar durante un tiempo, pero una vez iniciado este Camino del Desarrollo Personal ya no hay lugar para otra cosa que no sea la verdad y la sinceridad.
Sólo sirven la aceptación de la realidad –tal y como sea- y la huída de cualquier tipo de mentira, por muy piadosa o bienintencionada que sea.
Estar en el Camino exige no negar la realidad, por dura y desagradable que sea, aceptarla tal como esté en este momento –lo que no quiere decir rendirse o conformarse, ni siquiera que guste-, aceptarla aunque sólo temporalmente, por supuesto, porque nada debiera condenarnos a vivir perpetuamente en una situación o de un modo que sean indeseados para nosotros.
Es muy posible también que muchas de las cosas que hayamos hecho, o de las que no hemos hecho, se deban a un modo inconsciente de estar en la vida, a una costumbre de estar en un modo rutinario y automático en que las cosas no se reflexionan, o no se prevén, sino que se sufren.
Sufrimiento innecesario que parte, en muchas ocasiones, de no pararse para ver, de no atender a lo que se está haciendo y cómo o por qué o para qué, y a esa costumbre de prestar más dedicación a lo urgente que a lo importante, o se puede deber al hecho de no hacerse preguntas o de no darse respuestas.
El Camino exige paradas.
Momentos de reflexión y toma de consciencia.
Darse cuenta.
Es conveniente no andar por la propia vida de cualquier modo, inmerso en una desatención contraproducente, en una postergación continua y desfavorable de los asuntos personales, porque el Sentido de la Vida tal vez sea llegar a ser Uno Mismo –íntegro-, o Vivir –con consciencia-, y no solamente eso de cumplir el trámite de ir desde el nacimiento hasta la muerte de cualquier modo.
La atención, constante e intensa, aplicada y de plena dedicación, viviendo en un estado de continua consagración, es imprescindible para la evolución o el pleno desarrollo de las cualidades innatas en cada Ser Humano.
Sólo la atención nos lleva a darnos cuenta de las cosas.
¿Cómo se consigue esa atención?
Puede ser una atención vigilante que observa cada paso que damos, cada gesto, cada emoción o sentimiento, cada pensamiento, cada duda o descubrimiento, y eso ha de ser compatible con seguir estando en el mundo rutinario atendiéndolo al mismo tiempo.
Puede ser a partir de darse una orden para que quede activado continuamente un observador vigilante para que cuando nosotros estemos absortos en otra cosa él siga atento y nos haga resaltar las cosas a las que tenemos que prestar especial atención. Esto requiere entrenamiento consciente hasta que se convierta en hábito inconsciente.
Puede ser haciéndose preguntas continuamente, cuestionando todo lo que hacemos y revisándolo. Sin obsesión pero sin desmayo. Sin desesperación si no se comprende bien y todo. Con ganas, con ahínco, con voluntad, siendo conscientes de lo importante que es esa tarea. Sin aplazarlo.
Puede ser dedicando un tiempo concreto a esa revisión de lo que uno es realmente y lo que uno está siendo, de las actitudes que han dejado un poso de desagrado, de lo que uno no ha hecho bien del todo para en la próxima ocasión que suceda algo similar mejorarlo. Algunas personas hacen esto al final de cada día, al acostarse, pero es un momento delicado porque el cansancio puede invitar más al sueño que a la reflexión y es muy posible que la mente esté agotada y no rinda perfectamente.
Cada persona ha de encontrar el modo que mejor se acople a su forma de ser y a su intención. “El mejor” quiere decir el más provechoso, no el más cómodo o más fácil.
Pero es algo que requiere no ser aplazado y ocupar el lugar preponderante que le corresponde.
Darse cuenta: Percatarse de todo y comprenderlo.
Y luego, hacer lo apropiado con ello.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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