sábado, 6 de enero de 2018

Escuchar a alguien quejarse puede “apagar” tus neuronas


Algunas personas han hecho de la queja la razón de su vida. Estas personas no se quejan por los problemas de la vida sino que viven para quejarse. El problema es que esas quejas no solo les hacen daño a ellas sino también a quienes les escuchan. De hecho, escuchar a alguien quejarse de manera sistemática, un día tras otro, no solo es agotador sino que además puede terminar “apagando” nuestras neuronas.


Si las quejas ajenas te estresan, tus neuronas pagarán las consecuencias


La clave radica en que las quejas ajenas nos causan estrés, sobre todo cuando nos involucramos activamente en buscar una solución. Sin embargo, dado que normalmente las personas que se quejan no buscan soluciones sino tan solo ventilar su malestar, sus lamentos nos conducen a una especie de callejón sin salida. Como resultado, terminamos estresados.


Cuando escuchamos una queja normalmente nuestro cerebro la interpreta como una amenaza potencial y, por ende, pone en marcha una serie de respuestas fisiológicas para enfrentar esa situación.


El eje hipotalámico-pituitario-adrenal se activa y culmina con la liberación de cortisol de la glándula suprarrenal. Normalmente esta activación sirve para protegernos y suprimir la amenaza, pero si el nivel de cortisol permanece alto durante un largo periodo de tiempo, se produce una atrofia a nivel neuronal, lo cual significa que las neuronas mueren, literalmente.


Neurocientíficos de la Universidad de Stanford fueron unos de los primeros en comprobar los efectos de los glucocorticoides secretados durante el estrés en el cerebro. Comprobaron que estos afectan el funcionamiento de diferentes estructuras, entre ellas el hipocampo, un área vinculada con la memoria y el aprendizaje, donde se aceleraba la pérdida de neuronas.


Estudios más recientes han desvelado que el estrés también puede afectar las neuronas de la corteza prefrontal, la zona relacionada con el control de las emociones y la toma de decisiones. También se ha apreciado que a medida que envejecemos, nuestras neuronas se vuelven menos resilientes al estrés y van perdiendo la capacidad para recuperarse de los daños causados por este.


De hecho, se conoce que el cortisol podría tener un efecto dominó en las vías neuronales que discurren entre el hipocampo y la amígdala, las cuales son fundamentales para analizar el significado emocional de las situaciones a las que nos enfrentamos a diario. De esta forma, se crea un círculo vicioso que predispone al cerebro a mantener activo un estado constante de lucha o huída.


Lo que es aún peor, el estrés crónico activa una especie de “interruptor” en las células madre que las convierte en un tipo de célula que inhibe las conexiones a la corteza prefrontal, lo cual nos predispondría a sufrir problemas emocionales como la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático.


En resumen, estar “obligados” a escuchar las quejas de los demás, cuando estas no implican una petición de ayuda, nos obliga a mantenernos en un estado de incomodidad en el que no hay rutas de escape. Observamos la amenaza con impotencia. Y eso es lo que termina siendo nefasto para nuestras neuronas.

¿Cómo protegerse de las quejas?


Razonar sobre un problema tiene el efecto contrario: potencia nuevas conexiones y activa las neuronas. Analizar un problema significa tomar conciencia de las variables que intervienen, a partir de las cuales podemos tomar decisiones y planificar vías de actuación.

Durante ese proceso el cerebro establece nuevas conexiones neuronales que son el resultado de la resolución activa de problemas. En otras palabras, aprendemos y desarrollamos nuestra flexibilidad cognitiva. Por tanto, ayuda a los demás a resolver conflictos es beneficioso.

Lo que no es beneficioso consiste en convertirse en el recipiente donde los demás vacíen sus quejas e insatisfacciones. Hay que tener presente que muchas personas se comportan como “camiones de basura”, lo cual significa que solo quieren descargar esa negatividad pero en realidad no están buscando soluciones a sus problemas. En esos casos, debemos aprender a asumir una distancia psicológica, la cual nos mantendrá a salvo del estrés. Después de todo, ignorar lo que no merece la pena no solo es un signo de sabiduría sino que a veces es una cuestión de supervivencia psicológica.




Fuentes:
Kaufer, D. et. Al. (2014) Stress and glucocorticoids promote oligodendrogenesis in the adult hippocampus. Molecular Psychiatry; 19: 1275–1283.
McEwen, B. S. & Morrison, J. H. (2013) The Brain on Stress: Vulnerability and Plasticity of the Prefrontal Cortex over the Life Course. Neuron; 79(1): 16-29.
Stein-Behrens, B. et. Al. (19994) Stress exacerbates neuron loss and cytoskeletal pathology in the hippocampus. J Neurosci; 14(9): 5373-5380.


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