domingo, 1 de abril de 2018

La sombra y las partes no amadas de nuestro interior. Por Virginia de la Iglesia



En este post me voy a permitir un lujo que no me permito en todas las ocasiones: voy a perder la estructura, me refiero a la estructura al escribir, pues con este tema necesito que mi creatividad se exprese sin cortapisas.

“Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz si no haciendo consciente la oscuridad…” Jung

La sombra es un tema que me apasiona y dentro de la psicología es el que más me fascina, es por este motivo que antaño leí libros (algunos muy tochos y un tanto densos) sobre esta temática que desde luego me sirvieron pero quizá más desde una perspectiva intelectual.

En los últimos tiempos y yo diría más en este año he tenido la oportunidad de acercarme a la sombra de una forma más experimental gracias a mi propio proceso individual y al proceso de algunos pacientes.

Lo que he aprendido sobre la sombra me ha sorprendido y noqueado un poco también.

La sombra, tal y como nos la muestra la mayoría de las definiciones, es el lugar de nuestra psique donde se encuentran todas las partes de nuestro interior que repudiamos, no aceptamos o nos cuesta reconocer como parte de nosotros, es por este motivo que nos resulta mucho más fácil ver nuestra sombra proyectada en otros.

Todos partimos de una naturaleza dual, la necesitamos para poder evolucionar.

Dentro de esta naturaleza dual se encuentra nuestra parte buena y mala, nuestro ángel y demonio.

Pero esta aparente dualidad en realidad no existe, si no que se trata de un juego donde ambas partes están entremezcladas y ambas están bien.

La experiencia que me brinda mi trabajo es poder comprobar como en la historia personal de cada una de las personas con las que trabajo, esa que tiene que ver con sus defectos, inseguridades y debilidades, se encuentra LA LLAVE para poder acceder a la parte más luminosa o virtuosa.

En este sentido todos los defectos y partes “no resueltas” no son más que un “pretexto incomodo” que nos invita a mirar en nuestras partes “feas” para refinarlas y transformarlas en virtudes.

Siempre que en una sesión trabajo con la sombra a nivel más simbólico o representativo, permito al paciente que contacte primero con su supraconsciente(parte omnisciente), esta última siempre y en todos los casos nos indica que no hay que tener miedo de la parte oscura, si no al contrario, hay que acercarse a ella, MIRARLA, abrazarla y aceptarla.

En la mayoría de las ocasiones la sombra aparece de una forma grotesca o poco consistente, como silueta deformada o con apariencia animal.

Aquí me viene la película de la Bella y la Bestia, una película que vi de pequeña en el cine y que si mal no recuerdo no he vuelto a ver, pero hace poco se hizo presente en mi vida y en la de una paciente mientras trabajabamos con su sombra.


La Bella y la Bestia representan diferentes perfiles evolutivos.

La Bella en este caso representa nuestra parte amorosa y la Bestia las cualidades toscas y egocéntricas (pero también fuertes, enérgicas y voluntariosas) que son la semilla de la transformación.

Algo similar sucede en todas y cada una de las historias personales, cuando alguien es capaz de mirar a la Bestia, prestarle atención, tener paciencia e iluminarla con su sabiduría obra la magia y la Bestia se transforma.

Nuestra sombra particular y nuestras historias personales no distan mucho de esta conocida historia.

Nuestra historia más fea y negativa nos indica el camino a través del cual tenemos que pasar necesariamente para ver la parte más positiva, una cosa lleva a la otra, son inseparables.

La Bestia fue un hombre egocéntrico que aprendió a ser más suave y amoroso con los demás.

Y al igual que la Bestia cada uno tenemos nuestros propios aprendizajes vitales.

Así que el propósito de esas partes oscuras, y por lo tanto no amadas, es que las aceptemos para ser más compasivos y amorosos con nosotros mismos.

Es muy fácil amar aquellas partes que nos gustan, pero el verdadero reto consiste en amar las que no nos gustan, solo de esta forma podremos aceptarnos en la totalidad de lo que somos.

Cuando uno ama todas sus partes se vuelve integro, total.

Uno se vuelve un espejo para sí mismo, ya no hay necesidad de proyectarse en otros.

Ya no hay partes divididas, peleadas unas con otras en su interior, si no partes que actúan como un todo armónico.

Este es el verdadero poder de la sombra: hacerte más completo y compasivo.

Esta es la verdadera fuerza del lado oscuro.

Una persona que se vuelve compasiva es aquella que ha atravesado cada una de sus miserias y pasiones alcanzado un punto de común-unión con ellas.

Y por último, solo cuando somos más compasivos con nuestras debilidades también podremos serlo con las de otros.

“Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma.” Jung

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